miércoles, 22 de diciembre de 2010

El Nombre del Viento

Después de mucho tiempo vuelvo con otra crítica literaria. Hace poco me he terminado el libro El Nombre del Viento, de Patrick Rothfuss y, sinceramente, creo que merece una entrada completa para él.

EL NOMBRE DEL VIENTO




Autor: Patrick Rothfuss


Año: 2007


Características: Primera parte de una trilogía. La segunda parte saldrá publicada en 2011.


Género: Fantasía



Argumento:


«He robado princesas a reyes agónicos. Incendié la ciudad de Trebon. He pasado la noche con Felurian y he despertado vivo y cuerdo. Me expulsaron de la Universidad a una edad a la que a la mayoría todavía no los dejan entrar. He recorrido de noche caminos de los que otros no se atreven a hablar ni siquiera de día. He hablado con dioses, he amado a mujeres y he escrito canciones que hacen llorar a los bardos.

»Me llamo Kvothe. Quizá hayas oído hablar de mí.»

Mi Crítica:

Después de un argumento como el anterior, lo mínimo es llenarse de curiosidad. Cuando lees eso en la solapa de un libro inmediatamente te entran ganas de saber más de la historia, al menos en mi caso. Lo cual quiere decir que probablemente se trate de una gran reseña para atraer lectores.

Luego vienen las críticas oficiales, que acostumbran a no andarse en términos medios: o intentan destruir una obra o la elevan hasta el séptimo cielo, como es este último caso. Cosa que significa normalmente que debes andarte con cuidado si te las crees, sobretodo si el autor es novel (que también es el caso).
Unos ejemplos de críticas para El Nombre del Viento:

«Patrick Rothfuss me ha recordado a Úrsula K. Le Guin, George R.R. Martin y J.R.R. Tolkien, pero en ningún momento he sentido que estuviera imitándolos. Sin duda El nombre del viento se convertirá en un clásico
The Times
(anda que no están manidas las referencias a Tolkien)

«Tan absorbente en una segunda lectura como lo es en la primera, este es el tipo de primera novela que la mayoría de los autores tan solo pueden soñar con escribir. El universo de la literatura fantástica tiene una nueva estrella
Publishers Weekly
(grandilocuente, ¿verdad?)

«El nombre del viento es una de las mejores historias contadas en cualquier tipo de medio durante la última década. Guárdelo en la estantería al lado de El señor de los anillos.»
The Onion A.V. Club
(y repetimos)

Si tuviera que guiarme con críticas como esas me hubiera tragado ya varios libros de la calidad "Dan Brown", peeeerooo... hubo una crítica que ciertamente sí me picó la curiosidad. Fue ésta:

«No sucede a menudo, pero El nombre del viento de Patrick Rothfuss sí es tan bueno como dicen las reseñas
Locus

Vaya por dónde. 
Así que después de remolonear durante unos meses, al final lo pillé en la biblioteca y me dispuse a darle una oportunidad.
Qué gran, grandioso acierto.
Por mi parte, sí lo pondría en la estantería al lado de ESDLA y de la Historia Interminable. 
Y sí, sí es tan bueno como dicen las críticas. 
Por una vez son ciertas de verdad. Qué pedazo de historia. Qué maravilla de narración y lenguaje. Hacía mucho tiempo que un libro no me atrapaba tanto, ni disfrutaba tanto con él, ni me sentía huérfano de libro al doblar la última página sabiendo que tendría (tendré) que esperar mucho tiempo para saber cómo continuaba la historia (los lectores empedernidos saben perfectamente cual es esa sensación) .

Vayamos al grano.
La historia que cuenta Rothfuss es una historia (probablemente) típica y no excesivamente original. Vaya esto por delante, aunque faltan dos volúmenes para cerrar la trilogía. Su argumento NO es lo nunca visto.
Lo que hace que gane puntos por encima de la mayoría de novelas de fantasía de los últimos tiempos es el gran trabajo del autor en el lenguaje, las palabras, el mimo en las expresiones, las descripciones, el rico y extenso vocabulario que sin embargo no afecta a una narración ágil, el hábil manejo de los tópicos literarios del género fantástico, el cariño que le tiene a los personajes, lo trabajados que estan la mayoría de ellos, tanto que muchos parecen reales...
Pero sin duda, el adjetivo principal es que es mágico. Es de esos pocos libros que tienen una magia especial, que provocan que no solamente los leas con interés sino que llegues a vivir con los protagonistas sus emociones y que entres de lleno dentro de la historia, del mundo, el paisaje y los lugares. Que no solamente leas batallas y diálogos y conspiraciones y montañas y valles y castillos. Que sea capaz de hablar también de la vida, de la belleza, de la lluvia, de la música (pocas veces he visto a un héroe músico), de las hojas del otoño... (la lectura de este libro ha sido comparado a menudo como una intensa caminata otoñal, en la que admiras los colores y los árboles pero tienes nostalgia por el fin del verano y la llegada del invierno).


Ahí sí que se puede medir (quizá no ganar) con los grandes, con ESDLA por ejemplo. Cuando leí ESDLA me fascinó que un tocho empezara casi como un cuento de hadas que te explican al calor de una hoguera, como Tolkien te iba transportando poco a poco a su mundo bello y agridulce, poderoso y a la vez sencillo. Cuando leí la Historia Interminable me fascinó la misma sensación al ver a Bastián sentado en la buhardilla de la escuela leyendo su libro mientras abajo iban pasando el tiempo y las clases.
Patrick Rothfuss lo ha vuelto a conseguir con su novela: su historia es prácticamente un "Érase una vez", contada en primera persona por el propio protagonista, y lo mejor: una historia que se intuye que no está terminada al momento de contarla. El escenario: immejorable. Una vieja posada con el sugerente nombre Roca de Guía, situada en un pueblo pequeño y aislado, un rincón al lado de una chimenea, un hombre que esconde su nombre, Kvothe, dispuesto a contar su verdadera historia por primera vez, y dos interlocutores dispuestos a escucharle: su enigmático sirviente Bast y el viajero y escribano Cronista, que pondrá por escrito la historia, es decir, el propio libro que lees.
Aquí ya se ven elementos de Tolkien y Ende, aunque no proceden ni afectan al argumento sino que son propios de la ambientación: he ahí el gran acierto de Rothfuss. De hecho, el libro entero transmite la misma sensación de calma tensa, y al mismo tiempo día otoñal y lluvioso, que el grandioso capítulo de ESDLA titulado "Una ventana al pasado" (cuando Gandalf le explica a Frodo en Bolsón Cerrado la historia de Sauron y el Anillo).

La narración se divide en dos tiempos que se van intercalando, más o menos como gran parte de la Historia Interminable: un tiempo presente en la posada donde se cuenta la historia, y un tiempo pasado que es la propia historia. La gracia del asunto es que el autor mezcla y dosifica muy hábilmente la información y la tensión, porque no solamente ocurren cosas en el pasado (la historia que cuenta) sino que también en el presente suceden hechos enigmáticos y perturbadores que se van entretejiendo y van dando pequeñas pistas de partes de la historia a las cuales Kvothe aún no ha llegado (lo cual te pone en tensión con el "qué va a pasar") y al mismo tiempo confirman la sensación que lo que está contando el personaje aún no ha terminado.

La línea argumental usa referencias muy variadas. Tolkien y Ende. Úrsula K. LeGuin también (su saga de Terramar y su archiconocida teoría de los nombres). Harry Potter (con su Hogwarts particular: la Universidad). Pero también hay similitudes con otros géneros, véase Oliver Twist de Dickens, o la picaresca del Lazarillo de Tormes, incluso algo del humor de Prattchett. Lo bueno es que ninguna de esas referencias es forzada ni desluce la obra, más bien al contrario.

El mundo presentado en la novela es un mundo medieval con aires celtas bastante típico. De todas formas, no se trata (al menos en esta primera parte) de un libro de "viajes" al estilo ESDLA o Eragon. La acción transcurre sobretodo en ciudades y localizaciones concretas, y si bien hay viajes, no son a lo desconocido (al menos hasta ahora). Tampoco es un libro de batallas entre ejércitos (al menos hasta ahora), sino de personajes que sobreviven en un mundo que les pone a prueba. El mundo de El Nombre del Viento también es muy realista, y puedes llegar a sentir el barro de los caminos. La magia está presente de formas bastante sutiles y no se muestra a cada momento, así que cuando aparece conlleva una subida de la tensión muy agradable.

Los personajes son muy sólidos y potentes. En particular, el protagonista. Así como Harry Potter aparece deslucido frente a los secundarios, aquí no. Kvothe es un grandioso personaje, muy atrayente, es inteligente, orgulloso e incluso obstinado, intrépido, muy hábil, heroico en algunas ocasiones, pero también muy humano, con miedos, inseguridades y muy vulnerable al daño externo, físico y psicológico. Es un personaje que si bien sabes que no va a morir mientras dure la historia porque es el mismo que la cuenta, sí que provoca que te preocupes por él y por lo que le ocurrirá a continuación.
Hay otros personajes importantes pero no quiero destripar nada del argumento.



En fin, una novela de fantasía de la buena, con un desarrollo de lo más atrayente, y si bien hay algun trozo que se alarga demasiado y se hace tedioso (eso lo tenía también ESDLA y en general cualquier libro de más de quinientas páginas), muy ágil de lectura.

Mi puntuación: 9 de 10.

Para terminar, un fragmento al azar:


Unas horas más tarde, el posadero, plantado en la puerta de la Roca de Guía, descansó la vista contemplando la oscuridad. Retazos de luz procedentes de las ventanas de la posada se proyectaban sobre el camino de tierra y las puertas de la herrería de enfrente. No era un camino muy ancho, ni muy transitado. No parecía que condujera a ninguna parte, como pasa con algunos caminos. El posadero inspiró el aire otoñal y miró alrededor, inquieto, como si esperase que sucediera algo.
Se hacía llamar Kote. Había elegido ese nombre cuidadosamente cuando llegó a ese lugar. Había adoptado un nuevo nombre por las razones habituales, y también por algunas no tan habituales, entre las que estaba el hecho de que, para él, los nombres tenían importancia.
Miró hacia arriba y vio un millar de estrellas centelleando en el oscuro terciopelo de una noche sin luna. Las conocía todas, sus historias y sus nombres. Las conocía bien y le eran tan familiares como, por ejemplo, sus propias manos.
Miró hacia abajo, suspiró sin darse cuenta y entró en la posada. Echó el cerrojo de la puerta y cerró las grandes ventanas de la taberna, como si quisiera alejarse de las estrellas y de sus muchos nombres.


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